"Si buscamos en el diccionario la palabra inquietud,
encontraremos diferentes acepciones. Entre todas ellas, podemos encontrar dos
palabras que pueden ser la clave para conseguir nuestro objetivo: desasosiego e
interés.
Por un lado, debemos generar en el lector una
sensación incómoda que de algún modo le produzca nerviosismo, intranquilidad, confusión
y por otra generar interés en él para que quiera descubrir el final de la
historia y continúe leyendo. En realidad, las dos están muy relacionadas entre
sí y a su vez relacionadas con algunos aspectos de nuestro relato que debemos
controlar.
Nosotros en nuestra cabeza tenemos planteada la
historia que queremos contar. Debemos conocer el máximo de detalles sobre los
personajes y la trama para poder dar forma a nuestro relato, pero ¿hasta dónde
queremos que sepan los lectores?, ¿qué parte de la historia queremos contarles
y qué parte no les vamos a contar?
Y quizá más importante que preguntarnos qué
información les vamos a mostrar, es preguntarnos cuándo se la vamos a mostrar.
Tenemos que generar dudas pero después ir resolviéndolas poco a poco.
Es importante también que el lector no se sienta
engañado, que tenga lógica que le ocultemos lo que le estamos ocultando. Si se nota que el narrador oculta la
información para generar tensión de un modo demasiado deliberado, el lector
puede llegar a apreciarlo (quizá de un modo inconsciente) y es probable que
pierda el interés. Dicho de otro modo, esa ausencia de parte de la información
debe ser fluida y que se perciba de un modo natural, que se note lo menos
posible.
Lo ideal sería que el lector comience a hacerse
preguntas desde el primer párrafo. Debemos presentar una situación extraña,
unos hechos o unos personajes que sean diferentes. Lo ideal es que las primeras
líneas estimulen la imaginación en busca de respuestas, que por supuesto, han
de hacerse esperar.
Quizá lo más complicado viene ahora. Tenemos que
desarrollar nuestra historia ofreciendo explicaciones, pero sin que sean
demasiado explicitas ni tampoco presentarlas demasiado pronto. Debemos jugar en
la cuerda floja, ofreciendo detalles que ayuden a comprender lo que ocurre pero
sin llegar a desvelarlo, y a su vez, generando nuevos enigmas que le hagan al
lector replantearse la historia, hacerse preguntas.
Dicho de otro modo es conveniente generar
expectativas, que el lector espere que algo grande va a suceder o está
sucediendo pero que no tenga ni idea de lo qué es. El uso de indicios nos puede
ayudar a conseguirlo, pequeños detalles que colaboren a generar esa atmósfera
de incertidumbre y que parezcan no tener sentido hasta el final.
El final debe llenar por supuesto esas expectativas. Lo
más importante es que esté acorde al desarrollo del relato y si además nos
ofrece una vuelta de tuerca, aún mejor. Pero cuidado, no deberíamos sacrificar
su coherencia solo por intentar dejar al lector con la boca abierta.
Hay que elegir bien el momento de poner el punto final
a la historia. En el relato corto, hay una máxima con la que estoy de acuerdo y
es aquella que dice que todo lo que no suma, resta. Es decir, todo lo que no
aporte algo a nuestra historia, probablemente la entorpezca y lo mejor sea
quitarlo. Por eso, si después de narrar el desenlace y que la tensión se relaje,
continuamos escribiendo, probablemente esas líneas sobren, carezcan ya de
interés por parte del lector, porque ya hemos resuelto las preguntas que le
mantenían vivo y no tendrá interés alguno en seguir leyendo.
Debemos intentar dosificar la tensión. Está bien
comenzar un relato con un párrafo trepidante, pero debemos dejar que la
historia se relaje en algunos momentos para dar al lector la oportunidad de que
respire antes de asestarle otro golpe. Llevar un buen ritmo es esencial, en
ocasiones más rápido y en ocasiones más lento, dependiendo del grado de
intensidad. Pero dentro de este juego de subir y bajar la intensidad, la
tensión global del relato debería ir creciendo.
La descripciones, ya sean de lugares, personas u
objetos, deben contribuir a generar el ambiente de intranquilidad que queremos
conseguir. Si una descripción no genera la sensación que estamos buscando,
quizá sea momento de plantearse eliminarla. De nuevo esa máxima del relato
corto: lo que no suma, resta. La
utilización de campos semánticos puede ayudarnos a conseguir la atmosfera que
buscamos, la cual ¾igual que la propia trama¾
deberá contribuir a que la tensión del relato vaya creciendo.
Para terminar os dejo dos citas interesantes:
<<Ningún escritor dispone de un poder verbal capaz de rivalizar con la imaginación de sus lectores; así, todo su arte consiste en tocar esta tecla >>. Simon Leys.
<<Existe algo más importante que la lógica: la imaginación >>. Alfred Hitchcock
Y es que, al final, el objetivo de todas estas técnicas es el mismo: conectar con la imaginación de los lectores, activar algo en su cerebro que les haga preguntarse, fantasear, divagar, que les genere ansiedad por descubrir el final, en definitiva, que les haga sumergirse de lleno en la historia.
<<Ningún escritor dispone de un poder verbal capaz de rivalizar con la imaginación de sus lectores; así, todo su arte consiste en tocar esta tecla >>. Simon Leys.
<<Existe algo más importante que la lógica: la imaginación >>. Alfred Hitchcock
Y es que, al final, el objetivo de todas estas técnicas es el mismo: conectar con la imaginación de los lectores, activar algo en su cerebro que les haga preguntarse, fantasear, divagar, que les genere ansiedad por descubrir el final, en definitiva, que les haga sumergirse de lleno en la historia.